28-05-12
Cuando las desposeídas víctimas del aleatorio y cíclico sistema capitalista se vuelven indefensas y no encuentran su sitio en la sociedad del bienestar, huyen hacia recónditos lugares en los que el asesinato categorial es moneda corriente. Se vuelven apátridas y desconocen el marco normativo que en teoría los protegía. Ese marco normativo deviene en malestar por querer apropiarse de cada individuo como una variable de consumo y no como un ser que fue desvinculado del estado de bienestar de su nación impedido de gozar de sus derechos humanos.
La sociedad, que, acostumbrada a esta ominosa relación entre maquina e individuo producto de los tiempos modernos líquidos que corren, no sólo no intenta (por el miedo que la paraliza por la falta de previsión en sus vidas) una mejora, sino que la normaliza. Son aquellos escasos individuos que gozan de los derechos que le proporciona el estado de bienestar de su sociedad, los que acallan su voz por el terror a ser ellos los apátridas que sufran la desvinculación y sean impedidos de gozar de sus superfluos beneficios.
Como corolario de aquella histórica practica de, ya no falta de ética de trabajo por parte de los apátridas, sino de comodidad cívica de los patriotas, surge la Neutralidad. Un estado individualista en el que la carencia de crítica constructiva impone un sesgo que coarta la libertad de expresión. ¿Cómo distinguir entonces el “ellos de nosotros”? ¿Es la cantidad lo que escinde lo que está bien de lo que está mal? De los que todos lo tienen de los que no tienen siquiera un suelo donde caer muertos por el asesinato.
Los que pueden gozar de los escuetos beneficios que el estado les otorga dirán que fue el apátrida el que acometió con el suicidio y no la renta financiera privativa, los aranceles cada vez más elevados y la falta de oportunidades la que asesino a la víctima. El juicio es siempre contrario y equivoco, y ya ni siquiera la justicia social condenatoria es remedio ni consuelo para el desposeído. Éste circunda en un bagaje de ideas que lo obliga a elegir en disyuntiva: La solución a su precarización. 1- El auto abandono y posterior muerte en soledad o 2- La búsqueda del sustento por medio de una indigna vía de anacrónica supervivencia, como ser el mendigar o el hurtar.
Le es insuficiente con el trabajo temporal subsistir, no obstante es relegado y vuelve a escaparse del sistema sin ser identificado como la victima real de la falta de democracia de un impío sistema que lo expulsa a la vulnerabilidad. Fuera de la vorágine del consumo y de la prerrogativa laboral.
Los únicos personajes políticos que pueden revertir esta inequidad social son sus gobernantes. Pero sesgados por la falta de previsión y siendo víctimas ellos de la Neutralidad de su sistema. Cargan con el miedo que los paraliza en la toma de decisiones. No desean ni la mejora y mucho menos el cambio que satisfaga al vulnerado ya que no pretenden confrontar con el hegemónico poder económico.
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