miércoles, 17 de julio de 2013

En busca de la soberanía energética

Ante la firma del acuerdo con la Estadounidense Chevron para la explotación de “Oil shale” (Combustible no convencional) en Vaca Muerta, los sectores opositores al gobierno (muchos de los cuales apoyaron la privatización de YPF) salieron al cruce alegando una pérdida de soberanía inadmisible. Hoy en día solo 27 empresas tienen la capacidad para extraer este tipo de combustible, y muchas menos tienen deseos de realizar “inversiones de riesgo” y Chevron cuenta con una política de asociación empresarial a la hora de realizar inversiones.

Esto recuerda las críticas que recibiera el ex presidente RADICAL Arturo Frondizi cuando primero, nacionalizó la producción petrolífera bajo el dominio de YPF, para a la postre, fortalecerla mediante un acuerdo con una subsidiaria de la Standard Oil. El objetivo se logró en sólo cuatro años, triplicando la producción de petróleo y se posibilitando el autoabastecimiento. Se quintuplicó la producción de gas. en 50 %, pasó de 390 000 000 a 590 000 000 de toneladas de reservas en todo el país y también se quintuplicó la producción de gas.

La explotación no convencional de hidrocarburos en Vaca Muerta, que implica una inversión inicial de 1240 millones de dólares que sumado a lo ya aportado por la petrolera nacional, totaliza en 1500 millones de dólares. Lo que permitirá una producción de 50 mil barriles de petróleo y 3 millones de metros cúbicos de gas natural asociado por día. 

Argentina consume cerca de 45 mil millones de metros cúbicos de gas al año y consume 2.849.315 barriles de petróleo por, un 8,2 por ciento crecimiento de la demanda de energía exponencial, habiendo de más de un 80 por ciento desde 2003 entre electricidad y gas es indispensable el desarrollo de mayores fuentes de energía para continuar por la senda del desarrollo, a diferencia de los años improductivos en los que la energía era exportada porque la industria no la requería porque no se producía y el desempleo tocaba su máximo histórico.

 
 


Teniendo en cuenta las deficiencias que la economía Argentina tiene en materia energética, este acuerdo resulta más que beneficioso ya que los resultados se van a ver en corto o mediano plazo, dejando el valioso “Know How” por emplear mano de obra nacional. Esto es importante por la imperante cuestión de “inmediatez” que existe en el contexto actual, tanto social como industrial. La contracara es el impacto ambiental, ya que para refinar el combustible se requiere de una cantidad de agua 20 veces mayor que la del crudo tradicional, pero si se lo compara con la cantidad de agua consumida por el sector agrícola es solo el 10%.
La economía Estadounidense es sumamente dependiente del petróleo extranjero y no cuenta con una política energética sólida y ante el constante aumento del precio del crudo y, por sobre todas las cosas, el rol hegemónico de Arabia Saudita en materia de producción, empuja al gobierno  Norteamericano a busca de nuevos mercados.
El 75% de las ganancias que obtiene Chevron son producidas fuera de los Estados unidos por lo que el gobierno estableció un nuevo régimen de promoción de inversiones petroleras que establece que las empresas que desembolsen al menos 1000 millones de dólares en un proyecto hidrocarburífero podrán comercializar sin retenciones el 20 por ciento de lo producido a partir del quinto año de iniciada la inversión, una decisión pragmática que exige eficiencia por parte de la empresa.
Es difícil pensar alguna actividad humana sin uso de energía por eso resulta indispensable no depender de terceros a la hora de encarar un proyecto de desarrollo como el que se viene encarando desde 2003 y contar con energía accesible para que las empresas puedan seguir produciendo y empleando personal, ya que el déficit energético aumenta la demanda de divisas, las cuales son escasas, y dicha escasez puede atentar contra la continuidad del desarrollo.
Otra estrategia gubernamental sería seguir desarrollando nuevas formas de creación energética como la geotérmica, nuclear e hidroeléctrica incluso al mismo tiempo en el que las inversiones van madurando, para que la demanda energética no quede detrás de la oferta.