martes, 30 de abril de 2013

De reyes, reinas y otras cuestiones antidemocráticas



En los últimos días hemos asistido a dos episodios que tienen una importancia relativa por lo rayano a nuestro país. La asunción como papa del cardenal Jorge Mario Bergoglio el 13 de marzo, y la coronación como reina de Maxima Zorreguieta el 30 de abril.
Ambos personajes vinculados de una u otra forma co la dictadura de 1976, Bergoglio con denuncias por desprotección clerical de los curas Yorio y Jalics y Zorreguieta con un padre que fue denunciado penalmente por la desaparición de un médico en 1977 cuando trabajaba para la dictadura militar argentina, hecho por el cual le fue impedido asistir a la ceremonia.

Lo que llama la atención no es el agrado que despierta en el sector más conservador de la sociedad Argentina, que siempre se caracterizó por sus buenos modales, el buen gusto, la solemnidad y los valores cristianos. El puritanismo se traslada a otras orbitas como las derechas políticas y a una clase media deslumbrada por la nobleza, y es ahí donde el entronizado discurso de republicanismo y democracia hace agua, porque los mismos que defienden los principios constitucionales se plantan vehementemente contra un gobierno que gana en elecciones libres y defiende lo popular, pero a la hora de tener una posición más crítica sobre la legitimidad de los poderes fácticos que increíblemente todavía subsisten en nuestro planeta, alegan cuestiones benévolas.

El despolitizado escenario es mostrado por todos los medios, ya sea porque lo consideran relevante tener un papa o una reina en el extranjero o porque están de acuerdo con la existencia de un poder antidemocrático como el que ejerce la Iglesia católica o las monarquías europeas.