Muchas
cuestiones actuales pueden ser atribuidas a la pasada administración
presidencial que sucedió Mauricio Macri el 10 de Diciembre de 2015. Medidas
económicas erróneas, ineficiencia y falta de suficiencia en las correctas,
falta de planificación a largo plazo, malas alianzas políticas, manejos
equivocados, falta de profundización en la tan anunciada “sintonía fina”, etc.
Pero lo que no se le puede atribuir es haber dejado librado al azar cuestiones
económicas, sociales y políticas.
No caben dudas que el tan celebre “Cepo al Dólar” fue
una de las tantas medidas equivocadas tomadas por el gobierno de Cristina
Fernández de Kirchner; que apuntaba en un principio, a contener el drenaje de
divisas al extranjero y a atemperar la marcha tradicional de fugar capitales, y
que terminó no sólo por financiar la importación de autos de alta gama a un
tipo de cambio subsidiado y el abastecimiento de dólares baratos para los
turistas Argentinos que disfrutaban de sus vacaciones en el extranjero. Sino
que desabasteció, como contrapartida, de los dólares necesarios para
importaciones claves en la industria, en una economía con una estructura
productiva desequilibrada como la nuestra. Y achicó empero, el stock de
reservas del BCRA.
El 16 de
Diciembre de 2015 el ministro de Economía, Alfonso Prat Gay, anunció el fin del
mentado Cepo como una unificación del tipo de cambio. En concreto, una
devaluación fenomenal del dólar y una transferencia de ingresos de los sectores
medios y bajos a los de mayor ingreso. Una medida que libera una de las
variables más importantes para generar empleo interno sustituyendo
importaciones en sectores industriales mano de obra intensiva. Sumado a ello, la
baja y eliminación de las importaciones en soja y trigo respectivamente en el
mismo sentido desregulatorio.
Contraste
evidente con la flotación administrada o sucia, si se prefiere, del gobierno
anterior, que apuntaba a que las fluctuaciones cambiarias producto de la oferta
y la demanda de un mercado reducido, no impactasen de lleno en las variables
reales no financieras de la economía.
La
devaluación más anunciada de la historia tuvo como corolario un aumento
injustificado de los precios de la canasta básica, qué, por otra parte ninguna
componente importada poseen en su manufacturación. Perjudicando el poder
adquisitivo de los asalariados, que al no poder trasladar precios (porque lo
que venden es fuerza de trabajo) de manera inmediata (hasta las próximas paritarias;
si es que se dan), sufrieron y sufren las consecuencias directamente.
Las medidas
son conocidas y repetidas. Lo cruento, no sorprende demasiado. Lo realmente innovador
es que se implementen inmediata e instantáneamente desde un gobierno liberal
que le ganó genuinamente y de manera democrática a un gobierno popular de 12
años consecutivos de medidas antitéticas, gracias a un aparato mediático muy
eficaz y por medio de un discurso que convierte lo que antes estaba viciado de
político en otra cosa supuestamente aséptica y pura. El gabinete de tecnócratas
y súper-ejecutivos en absolutamente todos los espacios estaduales es la
demostración que no se necesita privatizar las empresas del estado, sino que
basta con desviar el eje social de las mismas y de los ministerios de los que ellas
dependen. Dicha innovación política de gestionar anti-políticamente, esconde
tras el velo de un discurso aterciopelado, carismático y a veces
pretendidamente hilarante, los impactos socio-económicos de las políticas
públicas.
No es
posible de ninguna manera desvincular el Estado de la esfera Privada o
viceversa, en todo caso, lo que siempre sucede, dependiendo del color del
partido político a la cabeza es la supeditación de uno hacia otro en mayor o
menor grado. Una forma; la primera, es política, la otra es anti-política.
Es
necesario desmitificar la dualidad de Estado Presente/Estado Ausente. La tarea
del Estado es indelegable y no puede ser erradicada, las divisas pueden ir a
las industrias y al pago de deuda o pueden ir a los ahorristas, a los viajantes
o a los importadores de bienes de lujo. Las retenciones pueden mantenerse altas,
salvaguardando el mercado interno de la volatilidad de los precios de las
commodities, o pueden ser muy bajas o nulas, favoreciendo a los grandes
exportadores e importadores de productos extranjeros.
Es, en todo
caso una dualidad de decisión política/anti-política. La decisión anti-política
no pretende obrar, no busca intervenir, no intenta regular y corregir las
anomalías, sino que delega el quid de la política a la dinámica caprichosa de “Los
Mercados”.