La publicidad no parece haber evolucionado mucho
desde los primeros tiempos. La mujer sigue estando siempre en el mismo lugar,
en su rol de ama de casa a cargo de la limpieza doméstica, el cuidado de la
familia o en el papel de una compradora compulsiva que no puede parar de
consumir.
Puede parecer inocuo el lugar que la
publicidad le deja a la mujer, pero no es inocente, ya que reproduce una
cultura sexista en el que tareas hogareñas pueden ser realizadas más
eficientemente y sin tanto esfuerzo gracias a productos o servicios que el
mercado ofrece por las mujeres. De esta manera las estas tareas pasan a un
segundo lugar y se deja entrever que las tareas importantes son realizadas por
los hombres. Por ejemplo, en muchos casos quienes le hacen conocer la existencia
del “eficiente producto” es un hombre. Entonces, es el hombre quien desarrolla
y crea el producto, objeto o servicio y la mujer simplemente, compra, consume o
ejecuta.
La deliberada posición de la mujer en la
publicidad se traslada a todos los ámbitos sociales. Construye un sentido de
pertenencia, la mujer pertenece a labores menores de limpieza o cuidado y no se
concibe la posibilidad de que la mujer sea quien ejerza una posición dominante
donde sea ella quien le brinde el producto al hombre y que este friegue el
suelo, lave los platos o la ropa.
No es usual ver muchas mujeres en
posiciones jerárquicas y el porcentaje de escaños ocupados por mujeres en los
parlamentos es mucho menor que los hombres. Sorprende ver mujeres gerentes o
mecánicas, como también lo es, ver maestros jardineros enseñando o
Están determinados ex ante, las escalas
jerárquicas que hombres y mujeres ocupan en nuestra sociedad y van en orden
descendente de importancia, dejando los más irrelevantes para el sexo femenino.
Pero, ¿Por qué se reproduce esta dinámica
social de menosprecio y sometimiento para con las mujeres? ¿Es aquello una cuestión privativa de los
hombres, o son las mujeres las que también perpetúan un machismo que impide la
equidad de géneros? Sin deslindar obviamente la responsabilidad del hombre en
dicho sojuzgamiento.