Al hablar de democracia, usualmente se hace
referencia a los límites del sistema político, sin tener en cuenta que la
democratización no es privativa de la cuestión ejecutiva o legislativa del
gobierno de una nación determinada. Está dado por descontado el derecho
sufragar para determinar las autoridades políticas que deseamos, pero no se cuestionan
otros poderes que condicionan o determinan de alguna manera las decisiones que
tomaremos. El poder judicial es un factor de condicionamiento importante que
tiene una república, ya que si bien nos puede juzgar, no se somete al mismo
trato para con sus ciudadanos.
En
otro plano mucho más privativo del funcionamiento de la sociedad se esconde el
poder económico, que si bien no juzga de forma directa a los ciudadanos, los
discrimina excluyéndolos del acceso a los mercados. Determina taxativamente
quiénes consumen, cuánto consumen y lo
que efectivamente consumen.
Si el mercado se encuentra oligopolizado,
la capacidad de fijación de precios que poseen los empresarios es mucho mayor
que en un mercado fragmentado con muchos competidores. De éste modo precio y
cantidad dependen exclusivamente de la oferta, y si la el precio es muy elevado
o la cantidad ofertada es muy reducida, habrá agentes que no puedan cumplir con
su plan de consumo, previamente restringido por su ingreso. En definitiva los
consumidores tienen una doble restricción, la del ingreso y la del mercado.
La restricción
ingreso depende en cierto modo del individuo, y tiene que ver con su nivel
cultural, el educativo y el empleo que desarrolla. Mientras que la restricción mercado depende pura y
exclusivamente de cuál es el nivel de ganancia que los empresarios desean
obtener. En éste sentido los consumidores son impotentes y no tienen injerencia
sobre las decisiones gerenciales de las firmas, pero pueden interferir sobre
las cuestiones políticas que atañen al país. Asunto no menor, puesto que el
parlamento es capaz de dictaminar leyes y sentar jurisprudencia para ampliar
los derechos de los individuos.
¿Podrían los ciudadanos, elegir de manera
democrática a los empresarios que deseen y conformar la clase de mercado que en
el que consumir? Que se ajuste a sus preferencias, a su nivel de utilidad y por
sobre todo a sus necesidades. Determinar y no ser determinados por un poder fáctico
que se ex-nomina tras sociedades anónimas. Someter a los empresarios a la
voluntad popular permitiría a los clientes un mayor grado de libertad a la hora
de concretar una compra.
Resulta indispensable en un mundo en el
que las libertades individuales son tan ponderadas (más aún por el liberalismo
económico), establecer una democracia económica
real y efectiva, que limite uno de los tantos poderes a los que es sometida la
sociedad en su conjunto y no permite el desarrollo de los sectores más
vulnerables.
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