domingo, 5 de mayo de 2019

La despolitización como política pública en un año electoral


En la era de las Fake News, el descreimiento en la política se ha vuelto moneda corriente. Con una economía al borde del colapso, sostenida por la asistencia social implementada antes del 2015 y profundizada casualmente en 2017 y 2019, el escenario electoral asoma deslucido y falto de contenido político propio no heredado. Las medidas de mejora social prometidas en 2015 y 2017 no se consustanciaron efectivamente y la desilusión es cada vez más generalizada entre aquellos que apostaron al Cambio.

El discurso de la corrupción K fue una herramienta que caló hondo y fue de gran utilidad para sumar voluntades, en una sociedad que tenía sus necesidades cubiertas como para prestar atención a los propaladores de noticias armadas:

·            El asesinato de un fiscal que denunció a la presidenta, pero que luego el periodista Pablo Duggan se encargó de demostrar en su libro que fue un suicidio, producto de la desprotección de los mismos que impulsaron semejante denuncia.
·            Cuentas en Delaware del hijo de la presidenta y de la ministra de Defensa con supuestos fondos provenientes de Irán, producto del memorándum de entendimiento. Que luego el departamento de Estado de los Estados Unidos se encargó de desmentir (aunque 3 años más tarde).
·            Los bolsos de un tal López que, según la Reserva Federal, contenían dólares que salieron del Banco Finansur S.A. cuando su dueño era Jorge Sánchez Córdoba, tesorero de Boca Juniors.
·            La causa que pesa sobre Julio De Vido por sobreprecios en la mina de Rio Turbio, carece de documentación probatoria y recientemente en audios de Whatsapp entre el empresario Pedro Echévez y el empleado de la DEA Marcelo D’Alessio, reconoció haber armado una operación junto con Bonadío para detener al ex ministro y a Roberto Baratta.
·            La ruta del dinero K, en la que finalmente el denunciante mediático Federico Elaskar terminó admitiendo, a fines de 2018, que “fue una operación política contra el gobierno de Cristina Kirchneren 2013.
·            Fotocopias de cuadernos de un tal Centeno, que ardieron hasta las cenizas y detallaban las coimas del gobierno K, que empresarios admitieron haber pagado luego de ser extorsionados por el fiscal Carlos Stornelli y su edecán Marcelo D’alessio.  

Sin embargo, cuando la corrupción documentada aparece en la misma vereda en la que se está parado, incomoda. Pero no lleva a cruzar de acera, sino a caminar por la avenida del descreimiento y la despolitización:

·            El procesamiento en 2010 del entonces Jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri por escuchas ilegales a víctimas y familiares del atentado a la AMIA. Causa en la que fue sobreseído en diciembre de 2015 por el juez Sebastián Casanello, días antes de la asunción presidencial.
·            Documentos de Mossack Fonseca que detallan las cuentas no declaradas en guaridas fiscales del presidente Mauricio Macri (director de Fleg Trading hasta 2016), familiares y funcionarios de gobierno.
·            La habilitación por decreto para que familiares de funcionarios públicos pudieran adherir al blanqueo de capitales de 2016, impedido al momento de la aprobación de la ley en el congreso. De esta manera, las personas cercanas a funcionarios nacionales blanquearon US$ 132,5 millones, incluido Gianfranco Macri, el hermano del presidente.
·          La compra-venta de 6 parques eólicos sin licitación, con una ganancia de US$ 15.000.000.
·         La condonación de la deuda de $70.000 millones en concepto de canon del Correo Argentino con el estado, truncada por la Cámara de Apelaciones en lo Comercial.

El Kirchnerismo no está exento de corrupción, Ricardo Jaime está detenido desde 2016 procesado por enriquecimiento ilícito. Daniel Muñoz, secretario privado de Néstor Kirchner era propietario de una cuenta off shore en las islas vírgenes valuada en US$65 millones. Julio De Vido está detenido luego de su desafuero por la tragedia de Once. Está probado que en política existen delitos de corrupción, conflictos de intereses y cuestiones poco transparentes, pero lejos está de ser una norma transversal a todos los partidos, como se pretende instalar desde los medios de comunicación dominantes. El esperpento televisado y escrito opera por repetición, instalando un discurso que provoque irritación y enfado, que termina por convencer al espectador de que los políticos son todos iguales, igual de corruptos. 

Dejar de creer en la política como única herramienta de transformación democrática, libera espacios de poder para que sean las corporaciones las que se encarguen de ocuparlos. Ya sea por medio del Lobby o de la injerencia directa de funcionarios que ocupaban cargos jerárquicos en petroleras, empresas energéticas, bancos extranjeros y fondos de inversión, se incrementan ganancias empresarias a costa del poder adquisitivo de los consumidores. La transferencia de ingresos más importante desde la hiperinflación se produjo con por un gobierno que justamente proponía bajar la inflación, reducir la pobreza, no devaluar, quitar el impuesto a las ganancias en la cuarta categoría, no privatizar el fútbol televisado, mantener las retenciones al agro, etc.

Son lógicos entonces, los sentimientos de descreimiento y desilusión. Y es entendible el enojo con la política en general, que no ha sabido o querido resolver cuestiones sociales por la primacía de intereses contrapuestos. Lo que carece de lógica es auto denominarse apolítico, como si esto eximiera de culpa y cargo a quienes no hicimos nada para impedir que ocurra lo que tanto nos desagrada. No implica involucrarse necesariamente en política, ya que para eso es necesario tener vocación de servicio, basta apenas con tener conciencia para estar haciendo algo. Con los ojos abiertos es más difícil que nos conduzcan por caminos oscuros.

El amplio porcentaje de indecisos en las encuestas, es un síntoma de la apatía política que se dirime entre la seductora idea de dar continuidad a un gobierno que ha deteriorado el poder adquisitivo de los ingresos y el retorno de otro, que pese a la creación de empleo, aumento del salario real y fortalecimiento de los sectores productivos, sigue siendo acusado como la suma de todos los males de Argentina.

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