Si de discursos retrógrados y
antagónicos hablamos, la discusión en el senado por la ley de interrupción
voluntaria del embarazo estuvo plagada de ellos. No habiendo logrado la
aprobación de la ley, algunos festejaron sobre la supresión del derecho de otros
y no sobre la adjudicación para sí, de una nueva garantía civil que amplifica
libertades. Hoy, lo que no tienen unos es sinónimo de algarabía de otros.
Festejan y celebran la restricción de las libertades de otras tantas.
Las otras; las que a su vez ejercen
la lucha de otras más que no pueden pelear por si mismas, no festejan.
Apesadumbradas por el descontento que provoca la derrota política caminan al
borde del descontento apolítico. Pero es así el juego de la democracia y
ninguna lucha se gana de la noche a la mañana.
Aquellos argumentos anacrónicos y
descontextualizados que tuvimos que escuchar democrática y republicanamente
durante las sesiones parlamentarias son el fruto del corrimiento de la escena
política de varias generaciones. El descreimiento político liberó el espacio
para que sean los individuos con precaria formación intelectual sean los que se
hicieran cargo de la representatividad de las mayorías. No quiere decir que
aquellos representantes deban ser profesionales con un título de grado ni mucho
menos, sino seres curiosos que investiguen o que al menos lean sobre lo que van
a legislar y no voten como la senadora Cristina López Valverde alegando falta
de tiempo para cumplir con su deber.
Los que piensan que una violación
no ejerce violencia sobre la persona violada (Rodolfo Urtubey) o que el Estado
no debiera hacerse cargo de la gratuidad por decisiones desacertadas de algunas
(Maurice Closs), que sin maternidad no hay futuro (Esteban Bullrich) o
anteriormente, que los bebés no buscados se pueden regalar cual perritos
(Estela Mercedes Regidor Belledone), que se enterraba el futuro de la Argentina
(Alfredo Olmedo) o que se iba a favorecer el tráfico de órganos de fetos (Ivana
Bianchi), votaron defendiendo sus creencias y está bien que así sea, ya que por
transitividad, debiera ser la creencia de sus representados.
El corolario del periplo abortivo
es la victoria de los pacatos que apoyan la clandestinidad como alternativa a
la anticoncepción. Deberemos aprender de ellos y entender que la solución también
es estar a favor de la vida, estar a favor de la vida política, para no
desilusionarse una vez que nuestros representantes voten restrictivamente y
legislen nuestros derechos.
Las calles hay que ganarlas todos
los días, no basta con salir una única vez. Hay batallas en cada espacio de
nuestra vida ciudadana y es de imperiosa responsabilidad hacerse cargo
políticamente de una realidad que nos interpela. Tomarla, entenderla y ver como
podemos cambiarla para hacer una realidad mejor.
Si la discusión sobre el aborto
sirvió para atraer a una multitud de chicas y chicos curiosos e inquietos a la
vida política, bienvenida sea el rechazo a la ley para seguir militando por los
ideales ya que tarde o temprano ley será.
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