domingo, 22 de abril de 2018

¿Por qué el gobierno no puede bajar la inflación?


El gobierno no puede bajar la inflación básicamente porque el gobierno no determina de forma directa el nivel de inflación. Ésta es una consecuencia de un fenómeno multicausal que requiere un abordaje similar para su reducción.

El equipo económico ha puesto el foco en la emisión monetaria como disparador de los aumentos de precios, argumentando que la expansión de los depósitos genera un mayor consumo que empuja los precios al alza. Esto es así y se verifica empíricamente, aunque el razonamiento explicado sólo desde el lado de la demanda es incompleto. Falta, en dicho argumento, una pata clave en la determinación de dichos aumentos: los formadores de precios en la cadena de comercialización. Es la oferta de bienes y servicios la que termina de explicar las causas reales de la inflación.

El gobierno peca de ingenuo o se encarga de obviar de forma deliberada en su relato, la cuestión de los formadores de precios. A decir verdad, la concentración en la cadena de comercialización ha ido aumentando indistintamente del color y signo del partido político de turno.

Es aquí donde reside la causa de la consecuencia que es la inflación y, por ende, donde debieran estar enfocadas las políticas económicas que buscaren amainarla. Pero dado que el gobierno de Mauricio Macri no es especialmente afectó a la desmonopolización de la cuestión empresaria, es poco probable que la puja distributiva entre salario y capital como base estructural de la inflación sea abordada y resuelta.

Una ley anti-cartelización, como la que aprobara Estados Unidos en 1914 sería esencial para combatir de raíz la inflación que tiene el país. La ley Clayton vino a complementar la ya aprobada ley Sherman de 1890. Regulando la discriminación por precios, conductas anticompetitivas y fusiones y adquisiciones que tendieran a la monopolización. De esta forma, EE. UU. logró balancear la asimetría de poder entre los sindicatos y las empresas a la hora de negociar salarios. Así, el salario, que es el precio del trabajo, no podía ser fijado de manera tan unilateral por las firmas, empoderando a los trabajadores en su determinación.

De manera similar, una ley anti-cartelización se podría implementar en Argentina para que consumidores y grandes cadenas de comercialización encuentren un equilibrio razonable sobre los precios que se establecen en las góndolas. Pero ello implica, como en Estados Unidos, la participación e involucramiento del Estado. No fue el mercado, en aquel entonces, quién mejoró las condiciones de los trabajadores, sino una decisión política económica decidida a terminar con una condición desfavorable para los asalariados.

La promesa de bajar la inflación se diluyó durante el último año del gobierno de Macri, ya que el peso de los intereses de la creciente deuda revirtió las prioridades económicas y la necesidad de evitar el colapso del sendero explosivo por el cual se está transitando pasó a encabezar la lista. Es por ello por lo que se autorizaron nuevos despidos en la administración pública y nuevos aumentos de luz, gas y transporte. Que implican la reducción de una gran masa de subsidios que compensaban la brecha entre el costo y la tarifa final de los servicios.

El consenso de la mayoría de los economistas y comunicadores sobre la gravedad de la dinámica del endeudamiento pone en alerta al gobierno, que vuelve a poner en marcha el ya conocido ajuste. Intentando resolver el déficit autogenerado, a costa de mayor inflación.

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