Siempre que un mandato presidencial se encuentra
próximo a su terminación, en nuestro país se vuelven moneda corriente las
encuestas de afinidad política, las corridas bancarias, la fuga de capitales y
la especulación en todos los aspectos de la sociedad. Al parecer el péndulo argentino
que describiere Marcelo Diamand es una conducta inherente a nuestro pueblo. La
sociedad se convence de que es necesario ponerle un “freno” a la dinámica del
desarrollo, la inclusión social y la redistribución de la riqueza y tiende a
derechizar su voto.
La
discusión del desarrollo nacional se simplifica y se reduce a tópicos como
seguridad, inflación y corrupción. El mensaje se crea y se divulga gracias a
los medios opuestos a los gobiernos populares y se recicla al interior de la
sociedad, retroalimentando un discurso que busca invertir la lógica colectiva
con la que la sociedad pudo lograr alguna vez un incipiente crecimiento, hacia
un sentimiento fuertemente individual donde el mérito singular del ciudadano
fue, supuestamente, el posibilitador del crecimiento inicial.
La
sociedad cambia el signo de su voto por quién garantice la defensa de las
libertades individuales, los derechos civiles. El miedo de que el prójimo
usurpe los logros materiales se hace tan grande que la población se vuelve más
violenta contra todos los sospechosos de delito, reclama un panóptico Estatal
que endurezca sus penas coercitivas y si es necesario relegan hasta la mínima
expresión la privacidad. El control del Estado sobre las posibles víctimas
siempre es bien visto cuando es en sentido preventivo sobre la delincuencia,
pero, paradójicamente mal visto cuando se hace con un sentido impositivo y
recaudatorio para financiar justamente, el aparato de seguridad Estatal.
A
esta altura el consenso generalizado sobre la mano dura es tan amplio, que la
ciudadanía apoya masivamente a todo candidato represor. En un pasado muy
alejado han quedado las banderas de
justicia social y redistribución de la riqueza para la inclusión, quizá
no en términos estrictamente temporarios pero sí en la memoria colectiva,
memoria que se ha transformado en individual, en menos de 10 u 8 años.
Cuando
el candidato gana y comienza a aplicar las reformas para garantir sus promesas,
las desigualdades al interior de la sociedad se acentúan y profundizan. Se
vuelve más claramente visible los que tienen y los que no tienen nada.
Finalmente la brecha social se agranda y se agravan las relaciones entre las
diferentes clases sociales y como resultado el clamor social vuelve como un
deja vu a levantar las banderas de la justicia social para achicar la brecha de
desigualdad que la derecha ha generado.
La votación autodestructiva convierte el
péndulo argentino en una condición estructural de nuestra sociedad.
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