sábado, 6 de septiembre de 2014

El votante autodestructivo

Siempre que un mandato presidencial se encuentra próximo a su terminación, en nuestro país se vuelven moneda corriente las encuestas de afinidad política, las corridas bancarias, la fuga de capitales y la especulación en todos los aspectos de la sociedad. Al parecer el péndulo argentino que describiere Marcelo Diamand es una conducta inherente a nuestro pueblo. La sociedad se convence de que es necesario ponerle un “freno” a la dinámica del desarrollo, la inclusión social y la redistribución de la riqueza y tiende a derechizar su voto.
                La discusión del desarrollo nacional se simplifica y se reduce a tópicos como seguridad, inflación y corrupción. El mensaje se crea y se divulga gracias a los medios opuestos a los gobiernos populares y se recicla al interior de la sociedad, retroalimentando un discurso que busca invertir la lógica colectiva con la que la sociedad pudo lograr alguna vez un incipiente crecimiento, hacia un sentimiento fuertemente individual donde el mérito singular del ciudadano fue, supuestamente, el posibilitador del crecimiento inicial.
                La sociedad cambia el signo de su voto por quién garantice la defensa de las libertades individuales, los derechos civiles. El miedo de que el prójimo usurpe los logros materiales se hace tan grande que la población se vuelve más violenta contra todos los sospechosos de delito, reclama un panóptico Estatal que endurezca sus penas coercitivas y si es necesario relegan hasta la mínima expresión la privacidad. El control del Estado sobre las posibles víctimas siempre es bien visto cuando es en sentido preventivo sobre la delincuencia, pero, paradójicamente mal visto cuando se hace con un sentido impositivo y recaudatorio para financiar justamente, el aparato de seguridad Estatal.
                A esta altura el consenso generalizado sobre la mano dura es tan amplio, que la ciudadanía apoya masivamente a todo candidato represor. En un pasado muy alejado han quedado las banderas de  justicia social y redistribución de la riqueza para la inclusión, quizá no en términos estrictamente temporarios pero sí en la memoria colectiva, memoria que se ha transformado en individual, en menos de 10 u 8 años.
                Cuando el candidato gana y comienza a aplicar las reformas para garantir sus promesas, las desigualdades al interior de la sociedad se acentúan y profundizan. Se vuelve más claramente visible los que tienen y los que no tienen nada. Finalmente la brecha social se agranda y se agravan las relaciones entre las diferentes clases sociales y como resultado el clamor social vuelve como un deja vu a levantar las banderas de la justicia social para achicar la brecha de desigualdad que la derecha ha generado.

La votación autodestructiva convierte el péndulo argentino en una condición estructural de nuestra sociedad.

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