El esparcimiento del Covid-19 a
escala global, ha desatado una ola de incertidumbre en todos los órdenes de la
vida; transversal a todos los países, independientemente del grado de
desarrollo, pero con una subestimación de la enfermedad mayor, en aquellos con estándares
de vida más altos.
Esta subestimación inicial en los
países ricos puso en jaque las creencias hegemónicas a medida que el número de
infectados por Coronavirus ascendía estrepitosamente. El descalabro económico y
las caídas en las bolsas de Europa y Estados Unidos, obligó a lo líderes a
implementar medidas de contingencia para mitigar el riesgo. En contradicción con
lo vociferado inicialmente al momento de los primeros casos.
Según Nietzsche, “a veces la
gente no quiere escuchar la verdad porque no quieren que sus ilusiones se vean
destruidas”, eso fue justamente lo que pasó en aquellos países en los que
la pandemia avanzó y se tomaron medidas de manera tardía. En Argentina, dónde
el gobierno respondió de manera temprana: ordenando la cuarentena obligatoria,
el distanciamiento social, la suspensión de las clases, otro bono para
jubilados, un ingreso familiar de emergencia, créditos para sueldos de Pymes, más
financiamiento para Salud, etc. Ocurrió que muchos que no habían votado a
Alberto, admitieron contundentemente su apoyo.
“A veces la gente no quiere
escuchar la verdad porque no quieren que sus ilusiones se vean destruidas”,
pero otras veces la gente, por no querer ilusionarse, prefiere construirse una
verdad paralela que dista de la realidad.
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