domingo, 23 de febrero de 2020

No puede haber pacto social sin reforma previa


Según Rousseau, las sociedades encuentran su forma de convivencia pacífica al ceder parte de la libertad individual en pos del bien común. El contrato social viene a resolver el problema que se genera en la falta de obligación colectiva para la preservación individual. En las sociedades modernas los ciudadanos son los sujetos obligados a obedecer a esta construcción llamada Estado que impone el derecho legítimo de obediencia sobre la base de la voluntad general.

Cuando Russeau escribió su Contrato Social en la segunda mitad del 1700 el capitalismo no había permeado tan fuertemente en todos los órdenes de la vida, como sí lo hace hoy en día. La desigualdad económica que impera en el mundo moderno ha conducido a desigualdad decisoria en las cuestiones políticas, de ahí que las leyes (escritas o implícitas producto de la estructura de mercado) son elaboradas no desde el poder político que otrora se encargaba de dirigir el estado sino desde el ceno del hipercapitalismo desigualador.

No hay ya la posibilidad para los ciudadanos, de tener representación colectiva cediendo parte de las libertades individuales. La convivencia se encuentra dirigida desde un poder fáctico exnominado bajo los designios de la economía global. Dejaron de funcionar los mecanismos de organización social que funcionaban cuando estos mecanismos fueron teorizados, porque las sociedades dejaron de organizarse bajo esos esquemas.

Hoy es más fácil modificar colectivamente los deseos colectivos con las redes sociales, básicamente porque la capacidad de influir sobre todos los ciudadanos a la vez y de manera instantánea no existía hace 10 años y mucho menos hace 300.

Alberto Fernández asumió el 10 de diciembre de 2019 con un nivel de desorganización Estatal sideral. El gobierno de Mauricio Macri esbozó la forma política del capitalismo desigualador y por ende las cuestiones Estatales resultaban antagónicas para la implementación de su proyecto social.

Dentro del acuerdo social, cada asociado abandona la libertad que le proporciona su estado de naturaleza primitivo, por el estado civil. Ello implica que el instinto que conduce a cada individuo es reemplazado por la moral que dirige a la mayoría. Lo que el hombre pierde por el contrato social, según Rousseau, es su libertad natural y un derecho ilimitado a todo lo que intenta y puede alcanzar; lo que gana es la libertad civil y el derecho de todo lo que posee.

Sin embargo, los estados modernos hace tiempo que dejaron de ser propiedad de sus ciudadanos. Las empresas han cooptado legal o ilegalmente a los representantes políticos y las legislaciones ya no son fieles a los pueblos.

Para recuperar en parte el nivel de representación que alguna vez supo ser parte de los inicios civiles, es imperioso reformar las estructuras económicas para que no permeen en el orden social. Hoy día es más probable que un monopolio económico monopolice también lo que concierne al Estado, sólo la voluntad política puede contrarrestarlos. La estatización del pulpo Vicentín puede ser el puntapié inicial para distribuir equitativamente el fruto económico del suelo argentino para que todas y todos tengan la posibilidad de desarrollarse en una economía que los represente.

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