lunes, 18 de septiembre de 2017

El uso de nombres propios como sinónimo de corrupción


El mayor éxito de los medios hegemónicos nacionales de los últimos años lo constituye la construcción de un discurso efectivo para argumentar cuestiones ideológicas. Han conseguido que, en el relato público, se sustituya el uso de datos para argumentar una idea, por el uso nombres propios, que meticulosamente se han puesto como sinónimos de corrupción. Ya sean apellidos o apodos, el mecanismo de instalar nombres propios como sinónimos de datos ha permeado hondo en la sociedad que no acompaña las ideas de los gobiernos anteriores.

Se dice: López, Rosadita, Lázaro Báez, Seychelles, De Vido, etc. En vez de qué fue lo que se robó tal o cuál, dónde están esos fondos, cuál fue su origen, quién le dio esos fondos o cuándo. Son argumentos que simplifican una postura ideológica y que sintetizan sus argumentaciones, por ello es fácilmente e impide ocupar espacio mental recordando cifras, fechas o datos objetivos incontrastables.


Se esperaría que aquel discurso subyacente y endeble, carente de sentido, se caiga con el pasar del tiempo. Sin embargo, a fuerza de repetición y gracias a la enorme capacidad de penetración de aquellos medios, el relato es comprado por los diletantes

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