sábado, 1 de julio de 2017

Endurecer la posición para mostrar decisión


¿Es extremar una medida anti popular, la mejor manera de sumar adeptos frente a futuros comicios nacionales?
El común diría que no. Pero, ¿qué tal si el meta mensaje de tal posición extremada se asimilase por el inconsciente colectivo como sinónimo de fortaleza gubernativa, demostración de voluntad política o capacidad de resolución de conflictos?
Anti intuitivamente, la profundización de una medida imperativa puede suscitar, no el rechazo de los que ya son opositores, sino la adhesión de aquellos incautos que no definen aún el destino de su voto ya que no cuentan con filiación política o simpatías por precandidato alguno. Es justamente este indefinido colectivo despolitizado quién termina decidiendo los destinos de las elecciones las más de las veces, como se pudo ver en las últimas elecciones.
Un gobierno que no reprime una protesta que impide el transito puede ser visto como garante de los derechos sociales estatuidos en la constitución o como indiferente y pasivo ante la vulneración del derecho privado a la libre circulación, dependiendo del grado de simpatía del ciudadano.
Sea cual fuere el hecho social, desde la quita de medicamentos a jubilados “que no lo merecen”, pensiones que fueron “prebendas del gobierno anterior”, recortes en las partidas presupuestales de programas “destinados a mantener vagos” o “el desalojo de delincuentes que coartan la libertad de circulación automotora”, son juzgados como positivos y suman simpatías y voluntades. El electorado volátil no condena la violencia ejercida por el gobierno o por su brazo armado policial, ya que materializa sus propios deseos de ejercer una violencia que el propio estado sí condena con leyes.
La difundida creencia de que el que reclama es un vago mantenido con los impuestos del asiduo contribuyente, tampoco discrimina entre necesidad y corrupción, del que se aprovecha de la generosidad de los programas sociales o los que se encuentran en una situación de vulnerabilidad efectiva. Inclusive, el odio puede llegar al punto de convalidar políticas que podrían tener externalidades negativas, como la quita de 18 vacunas gratuitas que previenen de epidemias a la sociedad.

                Por consiguiente; “si un gobierno es capaz de tomar estas ‘medidas tan dolorosas para sus funcionarios’ entonces no le va a temblar el pulso para defender los derechos de ‘los que nos rompemos el lomo trabajando’ y se va a ocupar de ‘nosotros’ cuando sea necesario y lo juzgue conveniente”

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