La instalación del debate sobre el endeudamiento en la gestión de Cambiemos y el interés de los exfuncionarios por negar la historia reciente, pretende el olvido generalizado de las consecuencias de su modelo de exclusión social.
Al 10 de diciembre de 2019,
Cambiemos dejó una economía frágil y vulnerable: desregulación financiera, deuda
externa, destrucción deliberada del salario y el empleo, tarifas dolarizadas,
créditos hipotecarios indexados, alimentos indexados por la quita de derechos
de exportación y un mercado interno reducido. El lento proceso de
desdolarización, reestructuración de las deudas y estabilización de las
variables macroeconómicas no ha culminado, pero es claro que el modelo
económico vigente dista del anterior.
Es curioso que, bajo el mantra de
reducir el déficit, la tasa de política monetaria hubiese aumentado de 38% en
diciembre de 2015 a 63% en el mismo período de 2019, luego de haber tocado un
pico de 86% en el ocaso del modelo. Aumentando el déficit financiero (luego del
pago de intereses) al 4,3% del PBI y retroalimentando una histéresis
inflacionaria difícil de contener.
La argucia contable del déficit
primario recalaba en un ajuste fenomenal que destruyó el entramado productivo y
condujo al deterioro conocido de las condiciones sociales. Hoy la tasa de
política monetaria se encuentra en el 38% del 2015, posibilitando en fondeo
para que las empresas locales funcionen, inviertan y se generen las condiciones
genuinas para reducir el déficit vía crecimiento económico y mayor recaudación.
Otro caballito de batalla de la
gestión anterior es que la deuda contraída fue a pagar deuda heredada. No se
explica entonces, cómo fue que aumentó el stock de deuda. Entre diciembre de
2015 y diciembre de 2019 la deuda pública en moneda extranjera de la
Administración Central se incrementó en US$ 100.166 millones. En apenas 4 años,
Argentina obtuvo el financiamiento equivalente a la fortuna de Warren Buffett
en sus 90 años y la dilapidó fugazmente.
La gestión anterior, no sólo
emitió la mayor cantidad de deuda en la historia nacional. Lo hizo en moneda
extranjera, bajo legislación extranjera, poniendo como garantía recursos
naturales y en un plazo tan exiguo que la tornaba
insostenible.
No es lo mismo comparar deuda emitida
en dólares, euros y francos suizos, con la actual deuda en pesos dividida al
valor del tipo de cambio. Al igual que no se puede comparar un período de
estabilidad como el 2015-2019 con otro azotado por una pandemia y colapso de la
economía global.
Los exfuncionarios vieron la
oportunidad que la realidad adversa les ofrecía y decidieron utilizarla en su
favor para mejorar su alicaída imagen frente a la sociedad, producto de una
gestión anti política al servicio del capital financiero internacional. Es así como,
sirviéndose de la falta de contextualización deliberada de los medios afines y
la aquiescencia manifiesta en la reproducción de algunas afirmaciones falaces, intentan
emprender un resurgimiento que los legitime.
“Cuando hay destrucción de
capacidades productivas. Cuando el saber hacer de la economía
desaparece. Los efectos de una crisis persisten en el tiempo” sintetizó
Martín Guzmán en la Comisión Bicameral de la Deuda Externa el pasado 26 de
agosto, en referencia de las políticas públicas contra cíclicas que contuvieron
un daño mayor en 2020, pero que bien podría aplicarse al desmanejo de la administración
previa.
La negación de historia y la política no es, sin duda, un aporte al debate público. Pero quizá más grave resulte la negación del propio proyecto de país, porque explicarlo les resulta impracticable.
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