Muchas veces enunciado pero pocas
veces materializado, el trasvasamiento generacional del que hablaba el general,
permanece como quimera incólume en la política argentina. Mucho más el
trasvasamiento de poder, eso sucedió una sola vez en toda la historia y por
un hecho fortuito y singular: entre Cámpora y Perón volviendo del exilio.
El macrismo logró probar el
fracaso (para el pueblo) del modelo neoliberal. Aunque aplicado en el 76 y en los 90, dichos procesos neoliberales tuvieron una característica
particular en su implementación. Fueron puestos en marcha gracias a discontinuidades
anómicas del sistema democrático, mediante doctrinas de shock que aglutinaron el
consenso social y facilitaron su aplicación. En el caso de la dictadura: el rodrigazo del 75. Y en el caso
del menemismo: la hiperinflación del 89/90. En 2015, la elección de un gobierno
diametralmente opuesto al de Néstor y Cristina Kirchner en una continuidad
democrática pacífica permitió escrutar de manera clara y sencilla, los distintos modelos de
país estableciendo parangones irrefutables entre sí.
El gobierno plenipotenciario de Mauricio
Macri emerge sobre la base de una horadación mediática sistemática durante las 3
gestiones anteriores, con un recrudecimiento exponencial que se manifestó en los
últimos años de CFK. Ningún gobierno democrático tuvo tanto poder para ejercer las
reformas que ejerció y lo perdió en tan corto plazo. La combinación entre la
impunidad del dinero de la clase que tomó el gobierno y los grupos hegemónicos
de poder estructural, que se encargaron incondicionalmente de otorgar
legitimidad de ejercicio, fueron decisivos para el fracaso electoral de 2019.
La lectura política de Cristina Fernández
sobre el estado de situación se vuelve más épica con el paso del tiempo. Supo
interpretar como ningún otro dirigente el sentir popular, pero con los votos
necesarios para trasvasar su Poder.
Lejos
de perder protagonismo con esta acción, logró la aprobación de sectores
enceguecidos de odio que no soportaban la soberbia en sus formas y criticaban
su falta de humildad. Sin entender quizá, que, en medio de una guerra mediática
y judicial, el poder sólo se conserva en la trinchera. Y encima haciendo duelo
por los que se fueron.
Hoy con Alberto Fernández como
presidente, resulta fácil mensurar el éxito del trasvasamiento de Poder del 16
de mayo de 2019, sin embargo, la historia estaría incompleta sin mencionar el fracaso
del trasvasamiento de 2015. La insuficiencia de la fórmula Scioli - Zannini no
logró imponerse en la segunda vuelta electoral y abrió paso a la gestión Macri
- Michetti. Y si bien no hubo poder delegado, tampoco alcanzó la fórmula Cristina
- Taiana para imponerse a la de Esteban Bullrich y Gladys Gonzáles, ambos
electos como senadores.
La victoria electoral del 2019 no
emerge como un cisne negro en la arena política argentina. Es el corolario de una
construcción política permanente que no estuvo exenta de fracasos y derrotas.
Es en consecuencia, la perfección sobre la marcha, la purificación evolutiva del
quehacer político y el aprendizaje que da la lectura de los tiempos y el accionar
pragmático.
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