La molicie económica que se sostuvo
hasta 2015, era una invitación para la moderación de un discurso constantemente
beligerante que, paradójicamente, hizo posible la materialización de ese
bienestar generalizado. El intento de moderación con la elección de un pre
candidato de centro como Daniel Scioli, no alcanzó para contrarrestar el hastío
de una sociedad permeada por los medios de comunicación hegemónicos obstinados
en des historiar el progreso social y horadar la imagen pública de quienes lo
vehiculizaron.
Sin entrar en el derrotero
2016-2019, las dificultades producto de la pandemia COVID-19 y la guerra en
Ucrania chocaron con un gobierno que había ganado con un discurso eminentemente
moderado y consensualista.
La realidad actual configura un
escenario político diametralmente opuesto al del 2015. Escenario en el cual la
moderación necesaria para ganar las elecciones, hoy no es siquiera una
alternativa. El surgimiento de una derecha ultra conservadora que propone
arrasar con el más mínimo de los derechos alcanzados por la lucha social,
atenta con la posibilidad de definir estrategias que no impliquen
confrontación.
Ninguno de los problemas actuales
de Argentina se resuelve con diálogo y consenso. Eso podía haber sido viable en
2014 cuando la economía estaba relativamente tranquila y las necesidades
materiales un poco más resueltas.
La necesidad de implementar
reformas estructurales en pos de las grandes mayorías, se da de bruces con un poder
real mucho más fuerte, gracias a la concentración de la riqueza a nivel
nacional y global. Para contrarrestar la vehemencia de proclamas defensoras de
una ignominiosa desigualdad, es imprescindible más que la voluntad política, se
requiere una mayor radicalización tanto discursiva con efectiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario