sábado, 1 de febrero de 2020

Parar la caída. Frenar la inercia


La histéresis es por definición la tendencia de un material a conservar una de sus propiedades, en ausencia del estímulo que la ha generado. Aplicado a la economía se lo asocia a la dinámica que provoca el fenómeno inflacionario, en el que las políticas tendientes a revertirla resultan estériles y el avance de los precios frente a los salarios se torna inevitable.

La aplicación del modelo económico recesivo entre 2015-2019 no cumplió con el objetivo de bajar la inflación, preconizado desde el gobierno como simple juego de niños. Quizá una de las pocas cosas en las que el discurso oficial no se disociaba de la ideología era en la evaluación monetarista del fenómeno inflacionario. El gobierno de Mauricio Macri estaba convencido de que esquilmando el poder adquisitivo con la dolarización de los bienes y servicios regulados primero y devaluaciones que se trasladaran a precios después, la inflación bajaría asintóticamente para el final de su mandato.

La evidencia muestra que eso no solo no ocurrió, sino que el problema se agravó. La inflación del último año de Mari fue del 53,8% la más alta en 28 años y el acumulado para todo su mandato fue del 300%. Muy por encima del acumulado en la última administración de CFK 2011-2015 cuando la inflación fue 170% (IPC Congreso).

Como un perro que se muerde la cola; en el análisis neoliberal estuvo ausente (siendo generoso) la incompatibilidad de una economía que consume el 75% de lo que produce, cuya producción se basa mayoritariamente en bienes alimenticios y bienes alimenticios que, a su vez, son producidos y comercializados por un puñado de firmas.

El mal sofisma nos invita a hacer historia contrafáctica e indagar en cómo pudo haber funcionado el modelo recesivo, cuánto tiempo necesitaba para dar sus brotes verdes o cuál fue la variable exógena que nos jugó una mala pasada. Lo cierto es que sería entrar en un sendero inconducente alejado de la crisis auto infringida que atraviesa el país.

Con la economía interna indexada, resultaba indispensable revitalizar los controles económicos abandonados por la liberalización esquizoide, ya que es la única forma en la cuál se puede frenar el proceso de histéresis desatado por la gerencia Macrista. El primer paso lo dio el mismísimo Macri, que se ufanaba de quitar el Cepo K de US$ 2000 por mes de 2015, imponiendo uno mucho mayor de US$ 200 por mes para poder llegar al 10 de diciembre (lo que marca de alguna manera cual era el estado de situación al momento de la decisión). En la misma línea, el gobierno de Fernández estableció un 30% adicional a la adquisición de divisas improductivas para que la sangría, especialmente fuerte por la demanda de turistas, no terminara de vaciar las reservas.

Se congelaron tarifas y reestablecieron los derechos de exportación como porcentaje, eliminando los $4 por dólar licuados por la devaluación, para desacoplar los precios internos de los internacionales. Y que los bienes que se transan en el mercado interno no tengan como referencia precios extranjeros.
La caída se detuvo parcialmente con la reactivación del consumo interno. Los 2 bonos de $5000 a jubilados, $2000 a beneficiarios de AUH, aumentos de suma fija por $4000 a trabajadores del sector privado[1], la estabilidad macroeconómica y la confianza habitual cuando hay un cambio de gobierno, son el puntapié inicial para revertir el ciclo. En este respecto se puede apreciar el aumento del turismo interno, en la primera quincena de enero 2020 ingresaron 642.128 turistas a Mar del Plata según el Ente Municipal de Turismo[2], un 6,8% más que el año pasado para el mismo período, cuando la cantidad de turistas fue de 620.000.

Lo cierto es que, para frenar la histéresis, resulta indispensable la intervención. La recuperación de una canasta de consumo representativa con el 40% de primeras marcas en Precios cuidados[3], es vital para oficiar de referencia y contrarrestar la actual dispersión de precios. Será necesario apresurar segmentaciones para pequeños productores y un esquema de compensaciones que fomente la inversión. Quizá sea una medida muy acertada avanzar en el campo del comercio de alimentos y granos con la estatización de Vicentín; tener injerencia directa sobre el control del principal activo del país, sería un paso revolucionario en el desarrollo nacional. Pese a no ser una campaña sencilla, si existe la voluntad política cierta de poner fin al flagelo inflacionario, tener participación sobre lo que se produce y se comercializa, debería encabezar la lista de prioridades del nuevo gobierno.

La histéresis se resuelve mediante tensiones decrecientes, lo que se podría traducir económicamente como shocks que reviertan la tendencia inicial. O cambiando las propiedades del material, haciéndolo más blando para acortar el fenómeno, esto es, resolver una concentración que se ha vuelto más acuciante con la pérdida de 20.000 Pymes durante el Macrismo. El tiempo que lleva el proceso de desaceleración inflacionaria es algo que escapa a las políticas públicas y que depende pura y exclusivamente de la estructura económica. Será cuestión de modificar de una vez por todas la variable estructural para que el ciclo no se reproduzca en ausencia del estímulo inicial. Las tensiones no las resuelve el mercado, mejor dicho, no las resuelve en favor de la mayoría, sólo el Estado es el que tiene dicha capacidad.

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