La histéresis es por definición la
tendencia de un material a conservar una de sus propiedades, en ausencia del
estímulo que la ha generado. Aplicado a la economía se lo asocia a la dinámica
que provoca el fenómeno inflacionario, en el que las políticas tendientes a
revertirla resultan estériles y el avance de los precios frente a los salarios
se torna inevitable.
La aplicación del modelo económico
recesivo entre 2015-2019 no cumplió con el objetivo de bajar la inflación,
preconizado desde el gobierno como simple juego de niños. Quizá una de las
pocas cosas en las que el discurso oficial no se disociaba de la ideología era
en la evaluación monetarista del fenómeno inflacionario. El gobierno de
Mauricio Macri estaba convencido de que esquilmando el poder adquisitivo con la
dolarización de los bienes y servicios regulados primero y devaluaciones que se
trasladaran a precios después, la inflación bajaría asintóticamente para el
final de su mandato.
La evidencia muestra que eso no
solo no ocurrió, sino que el problema se agravó. La inflación del último año de
Mari fue del 53,8% la más alta en 28 años y el acumulado para todo su mandato
fue del 300%. Muy por encima del acumulado en la última administración de CFK
2011-2015 cuando la inflación fue 170% (IPC Congreso).
Como un perro que se muerde la
cola; en el análisis neoliberal estuvo ausente (siendo generoso) la
incompatibilidad de una economía que consume el 75% de lo que produce, cuya
producción se basa mayoritariamente en bienes alimenticios y bienes
alimenticios que, a su vez, son producidos y comercializados por un puñado de
firmas.
El mal sofisma nos invita a hacer
historia contrafáctica e indagar en cómo pudo haber funcionado el modelo
recesivo, cuánto tiempo necesitaba para dar sus brotes verdes o cuál fue la
variable exógena que nos jugó una mala pasada. Lo cierto es que sería entrar en
un sendero inconducente alejado de la crisis auto infringida que atraviesa el
país.
Con la economía interna indexada,
resultaba indispensable revitalizar los controles económicos abandonados por la
liberalización esquizoide, ya que es la única forma en la cuál se puede frenar
el proceso de histéresis desatado por la gerencia Macrista. El primer paso lo
dio el mismísimo Macri, que se ufanaba de quitar el Cepo K de US$ 2000 por mes
de 2015, imponiendo uno mucho mayor de US$ 200 por mes para poder llegar al 10
de diciembre (lo que marca de alguna manera cual era el estado de situación al
momento de la decisión). En la misma línea, el gobierno de Fernández estableció
un 30% adicional a la adquisición de divisas improductivas para que la sangría,
especialmente fuerte por la demanda de turistas, no terminara de vaciar las
reservas.
Se congelaron tarifas y
reestablecieron los derechos de exportación como porcentaje, eliminando los $4
por dólar licuados por la devaluación, para desacoplar los precios internos de
los internacionales. Y que los bienes que se transan en el mercado interno no
tengan como referencia precios extranjeros.
La caída se detuvo parcialmente
con la reactivación del consumo interno. Los 2 bonos de $5000 a jubilados,
$2000 a beneficiarios de AUH, aumentos de suma fija por $4000 a trabajadores
del sector privado[1],
la estabilidad macroeconómica y la confianza habitual cuando hay un cambio de
gobierno, son el puntapié inicial para revertir el ciclo. En este respecto se
puede apreciar el aumento del turismo interno, en la primera quincena de enero
2020 ingresaron 642.128 turistas a Mar del Plata según el Ente Municipal de
Turismo[2],
un 6,8% más que el año pasado para el mismo período, cuando la cantidad de
turistas fue de 620.000.
Lo cierto es que, para frenar la
histéresis, resulta indispensable la intervención. La recuperación de
una canasta de consumo representativa con el 40% de primeras marcas en Precios
cuidados[3],
es vital para oficiar de referencia y contrarrestar la actual dispersión de
precios. Será necesario apresurar segmentaciones para pequeños productores y un
esquema de compensaciones que fomente la inversión. Quizá sea una medida muy acertada
avanzar en el campo del comercio de alimentos y granos con la estatización de
Vicentín; tener injerencia directa sobre el control del principal activo del
país, sería un paso revolucionario en el desarrollo nacional. Pese a no ser una
campaña sencilla, si existe la voluntad política cierta de poner fin al flagelo
inflacionario, tener participación sobre lo que se produce y se comercializa,
debería encabezar la lista de prioridades del nuevo gobierno.
La histéresis se resuelve
mediante tensiones decrecientes, lo que se podría traducir económicamente como
shocks que reviertan la tendencia inicial. O cambiando las propiedades del material,
haciéndolo más blando para acortar el fenómeno, esto es, resolver una
concentración que se ha vuelto más acuciante con la pérdida de 20.000 Pymes
durante el Macrismo. El tiempo que lleva el proceso de desaceleración inflacionaria
es algo que escapa a las políticas públicas y que depende pura y exclusivamente
de la estructura económica. Será cuestión de modificar de una vez por todas la
variable estructural para que el ciclo no se reproduzca en ausencia del
estímulo inicial. Las tensiones no las resuelve el mercado, mejor dicho, no las
resuelve en favor de la mayoría, sólo el Estado es el que tiene dicha
capacidad.
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