Subir la tasa de interés para bajar la inflación sigue siendo una de las estratagemas predilectas del monetarismo ortodoxo. Esto puede ser particularmente cierto en las condiciones ideales de los modelos macroeconómicos, pero la mayoría de los supuestos no se cumplen en la realidad.
El derrotero de la tasa y la inflación
Cuando asumió el gobierno de
Alberto Fernández el 10 de diciembre de 2019, la inflación interanual rondaba
el 52,1 por ciento y la tasa de política monetaria era del 63 por ciento, alta
y positiva consistente con un modelo regresivo de valorización financiera y
ajuste estructural.
En 2020 la tasa de política monetaria se modificó a la baja en 10
oportunidades, desde el 55 por ciento a fines de 2019 cuando la inflación
acumulaba un 53,8 por ciento, hasta 38 por ciento en noviembre de 2020, pasando
por un mínimo de 36 por ciento el mes anterior. Con ello la inflación cerró en
36,1 por ciento para todo el año. Las causas de la desaceleración estuvieron
acompañadas por un quiebre en el consumo masivo derivado del confinamiento, que
condujo a un menor ritmo inflacionario.
A lo largo de todo el 2021 se
mantuvo sin cambios en 38 por ciento con una inflación que se aceleraba hasta
el 50,9 por ciento producto de la reactivación económica post Covid-19, de los
cuellos de botella en las cadenas globales de distribución y el aumento en las
materias primas.
A comienzos de 2022, en el marco
del Acuerdo de Facilidades Extendidas
con el Fondo Monetario se produjo un cambio radical en la estrategia
antiinflacionaria. El 6 de enero de 2022 comienza el derrotero alcista en la tasa de interés de referencia llevándola
hasta el 40 por ciento, 42,5 por ciento el 17 de febrero, 44,5 por ciento el 22 de marzo, 47 por ciento el 13 de abril, 49 por ciento el 12 de mayo, 52 por ciento el 16 de junio, 60 por ciento el 28 de julio, 69,5 por ciento el 11 de agosto, 75 por ciento el 15 de septiembre y 78 por
ciento el 16 de marzo de 2023.
Subir la tasa de interés no sólo
no ha dado ningún resultado para bajar la inflación, sino que ha reforzado su inercia.
La inflación para el año pasado cerró en 94,8
por ciento y la inflación núcleo (sin precios estacionales y energía) saltó
del 54,9 por ciento al 90,6 indicando un nuevo piso en la inflación
estructural.
La lógica se sustenta en la
existencia de 2 mercados están en equilibrio, uno de dinero y otro de bienes.
Cuando se produce un desequilibrio por exceso de demanda en el mercado de
bienes, los precios aumentan, por lo que es necesario aplicar políticas contractivas que enfríen la
demanda y devuelvan el equilibrio.
La teoría funciona en los papeles
de los manuales macroeconómicos bajo el estricto cumplimiento de supuestos ex
ante y condiciones estilizadas abstractas: incrementos infinitesimales, mercado
de competencia perfecta con igual cantidad de oferentes y demandantes,
información completa y simétrica, racionalidad, vaciado del mercado, etc., pero
en la realidad eso sucede excepcionalmente. Y si a eso se le agrega un
diagnóstico errado confundiendo los drivers de los aumentos en los precios, el
resultado es el actual. El subproducto de esta modificación en las prioridades
es una brutal transferencia de recursos públicos a los sectores del capital
concentrado.
Las causas
Sobre si la variación de precios
determina el tipo de interés o el tipo de interés determina la variación de
precios, Irving Fisher señala en la La
Teoría del Interés que "Las relaciones entre el porcentaje de
variación de los precios y el tipo de interés son recíprocas. Un cambio en la
tasa de interés influye en P' y a la inversa también", esto va a depender en
definitiva de las preferencias de cada sociedad y del ciclo económico.
Según Fisher “tanto la tasa de preferencia temporal como
la tasa de ganancia neta tienden a igualarse al tipo de interés del mercado,
influenciándose mutuamente en esa dirección”. Entonces, cuando la tasa de
interés de referencia aumenta, los precios suben para mantener indiferente
aquella inversión productiva de la financiera. En otras palabras, el nivel de
la tasa marca el piso del aumento de precios.
Cabe mencionar que buena parte de
la teoría fue elaborada para economías con una única moneda. En una economía bimonetaria como la nuestra,
lo que puede funcionar en alguna economía avanzada, acá no sucede de manera
lineal:
1 - Eleva el déficit cuasi fiscal
y la necesidad de mayor emisión, no para aumentar la demanda efectiva, sino
para pagar los intereses de la deuda en moneda nacional.
2 - Incrementa el costo de
financiamiento para la inversión, reduce la oferta agregada por una menor
producción y termina generando precios más altos en el mediano plazo.
3 - Como en el equilibrio la
eficiencia marginal del capital es igual a la tasa de interés, una variación en
la tasa de referencia provoca un aumento en los precios para igualar la
eficiencia marginal del capital con la tasa de mercado.
La trampa de interés argentina
Hoy Argentina se encuentra en lo
que podríamos denominar como trampa de
interés. Una situación inversa de la
trampa liquidez keynesiana, dónde las bajas tasas de interés no logran
incentivar el aumento de la inversión y el sector privado prefiere conservar
los agregados monetarios. Es ahí cuando el sector público debe hacerse cargo de
aquella inversión no realizada y estimular la demanda agregada. En nuestro
caso, los sucesivos incrementos en la tasa de interés no logran enfriar la demanda y contener los
aumentos de precios como refiere la teoría.
La encrucijada ocurre porque un
descenso en la tasa de referencia aumentaría la demanda de inversión e
incentivaría una mayor demanda de divisas de las que se carece. Los dólares
disponibles para el sostenimiento de la actividad entran en disputa con los
dólares necesarios para el pago de la abultada deuda en moneda extranjera.
El caso turco
Luego del pico inflacionario de 85,5 por ciento en octubre de 2022, el
gobierno de Tayyip Erdoğan continuó con el sendero de reducción de tasas
planteado desde el pico de 19 puntos
porcentuales en marzo de 2021, hasta
fijar una tasa de interés de interés del 8,5
por ciento en febrero de 2023. La desaceleración del proceso inflacionario
turco consiguió romper con la inercia y en marzo la inflación interanual
descendió al 50,5 por ciento.
El modelo
Las tasas de interés positivas
generan una dicotomía entre las inversiones productivas y las inversiones
financieras. Cuando las tasas de interés superan la inflación, los productores
o comerciantes que tienen que invertir para desarrollar sus negocios, deben
optar entre el beneficio que pueden obtener de la compra y venta de bienes o
servicios, o del beneficio que se genera por la colocación del dinero a plazo,
libre de riesgo y nulos costos de transacción.
El 7 de marzo, el presidente de
la Reserva Federal de los Estados Unidos, Jerome Powell, testificó ante el
Comité Bancario del Senado y aseguró la continuidad del endurecimiento en la
tasa de interés, en tanto que fue cuestionado por la senadora Elizabeth Warren
dada la vinculación entre ese incremento de la tasa y el aumento del desempleo.
Según sus estimaciones más de 2.000.000 de trabajadores quedarían sin empleo y
por lo tanto debía buscarse una forma alternativa que no implicase un
sacrificio para millones de familias. De todos modos, el titular del Banco
Central estadounidense se limitó a responder que “son las únicas herramientas que tenemos para bajar la inflación”,
ciñéndose estrictamente a los manuales. El verdadero objetivo pareciera no ser
el de impedir la desvalorización del poder adquisitivo del salario, sino
impedir la desvalorización del capital.
Un modelo de crecimiento
económico con distribución progresiva del ingreso es incompatible con un modelo
de tasas reales positivas de interés. La
industrialización por sustitución de importaciones requiere de una inversión
productiva asequible y de un mercado interno sólido que la dinamice. Sin
embargo, hoy todos los incentivos macroeconómicos están direccionados en la
generación de divisas para el pago de la deuda externa.
No es la puja distributiva, el
déficit fiscal o los impuestos la causa actual del aumento generalizado de los
precios. Hoy la principal causa de la
inflación es el nivel de la tasa de interés derivada del acuerdo stand by
con el FMI en 2018 que obliga a supeditar las políticas económicas para obtener
el financiamiento que nos impida caer en default. No se puede lograr una inflación de 1 dígito con una Tasa Efectiva
Anual de 3. Pero, sin embargo, la
salida actual es el mal menor; pagar la deuda con inflación sigue siendo más
barato que pagarla con la privatización masiva de empresas públicas y la venta
de los recursos naturales como propone la misma fuerza política que nos
endeudó.