Que el gasto público genera
inflación. Que su consecuente déficit genera inflación. Que la emisión con la
que se cubre parte del gasto genera inflación. Que los impuestos que no llegan
a cubrir el gasto, generan inflación y que todo se resuelve liberando el tipo
de cambio; son argumentos consuetudinarios repletos de galimatías, que la
ortodoxia repite en los medios masivos de comunicación. Y que la heterodoxia
pocas veces cuestiona.
La tasa de interés establece un piso para el
incremento de los precios. El nivel de la tasa es una de esas múltiples causas que explican la
inflación y que se ha mantenido incólume no sólo en las políticas económicas,
sino incluso en el debate público. Quizá porque ello implicaría discutir de
manera directa la rentabilidad del capital.
Claro que es deseable que el gasto público sea bajo: porque hay un mercado
que funciona eficientemente sin fallas; el déficit nulo: porque los impuestos
son consistentes con el nivel de gasto; y las cuentas ordenadas: porque no es
necesario recurrir a la emisión. Pero lo deseable no puede ser enemigo de lo
necesario.
Gasto público
De la comparación internacional surge que en 2020 los 10 países con mayor gasto
público como porcentaje del PBI fueron: Francia (62,44 por ciento), Grecia
(60,69 por ciento), Bélgica (60,18 por ciento), Noruega (58,36 por ciento),
Austria (57,87 por ciento), Italia (57,29 por ciento), Finlandia (58,68 por
ciento), Dinamarca (53,99 por ciento), Canadá (53,28 por ciento) y Suecia
(52,92 por ciento). Lista similar al 2019, aunque con porcentajes más altos por
la crisis Covid. Muy por encima de lo
que destinó Argentina (43,07 por ciento)
La inflación en esos países fue: -0,02 por ciento en Francia, -1,26 por
ciento en Grecia, 0,41 por ciento en Bélgica, 1,29 por ciento en Noruega, 1,38
por ciento en Austria, -0,13 por ciento en Italia, 0,23 por ciento en Finlandia,
0,49 por ciento en Dinamarca, 0,71 por ciento en Canadá y 0,49 por ciento en
Suecia. Mientras que para Argentina fue del 36,1 por ciento.
Déficit
Entre los países con mayor déficit público como porcentaje del PBI
en 2020 se destacaron: Estados Unidos (-14,85 por ciento), Brasil (-13,37 por
ciento), India (-12,78 por ciento), Reino Unido (-12,53 por ciento), España
(-10,95 por ciento), Canadá (-10,88 por ciento), Grecia (-10,10 por ciento), Italia
(-9,60 por ciento), Bélgica (-9,40 por ciento) y Francia (-9,10 por ciento). Por
encima -8,50 por ciento de Argentina. Sin embargo, la inflación en aquellos
países fue: 1,4 por ciento en Estados Unidos, 5,5 por ciento en Brasil, 6,6 por
ciento en India, 0,8 por ciento en Reino Unido, -0,5 por ciento en España, 0,71
por ciento en Canadá, -1,26 por ciento en Grecia, -0,13 por ciento en Italia, 0,41
por ciento en Bélgica y -0,02 por ciento en Francia.
Impuestos
Los países con mayor presión tributaria del mundo como porcentaje del
PBI en 2020 fueron: Dinamarca (47,40 por ciento), Francia (47,30 por ciento),
Bélgica (45,40 por ciento), Suecia (43,30 por ciento), Italia (42,80 por ciento),
Austria (42,40 por ciento), Finlandia (42,10 por ciento), Alemania (41,30 por
ciento). Muy por encima del 29,41 por ciento de Argentina. Y otra vez, nadie
duda que la inflación en la Europa desarrollada es una cuestión controlada.
Dinero
Entre los países con mayor oferta monetaria amplia respecto del PBI de
2020 se destacan: Japón (282,89 por ciento), China (213,78 por ciento), Reino
Unido (157,51 por ciento), India (133,36 por ciento), Chile (133 por ciento),
Australia (123,84 por ciento), Brasil (108,06 por ciento), Estados Unidos (91,37
por ciento) y Bolivia (86,45 por ciento)
Argentina cerró 2021 con una oferta monetaria amplia equivalente al 22,3%
del PBI, mientras que en 2020 había sido del 22,8%. Empero, la inflación de un
año a otro se incrementó en 14,8 puntos porcentuales. Es cierto que la emisión
jugó un papel importante, pero en 2018 y 2019 por disposición del Fondo
Monetario Internacional, el gobierno no recurrió a la emisión monetaria
para financiarse, sin embargo, la inflación fue 47,6 por ciento y 53,8 por
ciento respectivamente.
Tipo de cambio
Tanto la sustitución de importaciones (en el corto plazo) como el
endeudamiento en moneda extranjera presionan sobre el tipo de cambio. La
competencia por las divisas ocurre tanto en el plano comercial como en el plano
financiero y esa presión que aumenta la cotización, se traslada a los precios
internos. Cuando escasean los dólares para importar insumos, producir se vuelve
más caro y por ende se termina sintiendo en el poder adquisitivo. El elevado
endeudamiento en moneda extranjera es causal de un nivel de precios más alto.
En el mediano y largo plazo, la sustitución de importaciones amplía la
capacidad exportadora y quita presión sobre las divisas, mientras que la deuda
que fue a la especulación y no a ampliar la capacidad productiva, la mantiene
constante. Pretender que la disputa que se resuelva mediante la no intervención
o quitando controles es olvidarse del traslado a precios de los saltos
devaluatorios de 2015-2019 y más específicamente de la liberalización post PASO
2019.
Tasa de interés
El nivel actual tiene una incidencia directa sobre el nivel de los precios.
Este elevado nivel de tasa reproduce la nominalidad del proceso inflacionario y
explica en gran medida la histéresis del fenómeno en nuestro país
(constitutivo, a su vez, del factor cultural).
“Para inducir a realizar nuevas inversiones, la tasa de rendimiento
sobre costo debe exceder a la tasa de interés” Señala Fisher en “La
teoría del Interés”. Coincide Keynes en su Teoría general que “El
efecto estimulante de la expectativa de precios mayores no se debe a que eleven
la tasa de interés (lo que sería un medio paradójico de estimular la producción
-en la que la tasa de interés sube, el incentivo queda neutralizado en la misma
extensión-), sino que eleva la eficiencia marginal de un volumen dado de
capital”.
Dicho de otro modo, si la tasa de interés anual que paga un empresario para
realizar una inversión es del 50%, el precio de venta de su nueva oferta
necesariamente estará por encima de ese nivel, para repagar esos fondos y
obtener un beneficio positivo. Caso contrario, para que el ahorro existente se
convierta en inversión productiva, el incentivo del empresario está ligado a
precios que superen el rendimiento de colocar su capital a plazo.
Los países con mayor tasa de interés en 2021 fueron: Zimbabue (60 por ciento),
Venezuela (52,7 por ciento), Argentina (38 por ciento), Angola (20 por ciento),
Turquía (14 por ciento), Ghana (13,5 por ciento), Nigeria (11,5 por ciento),
Georgia (10,5 por ciento) y el Líbano (10 por ciento). Consecuentemente, los
países con mayor inflación del mundo.
En el otro extremo están: Suiza, Austria, Bélgica, Estonia, Finlandia, Alemania,
Grecia, Irlanda, con tasas de política monetaria de cero por ciento o incluso
en terreno negativo. Y con niveles de inflación que no vale la pena reiterar.
Tanto el período que va desde la puesta en marcha de la convertibilidad en
1991 al 2000, como el que va del 2003 al 2012 se caracterizan por una baja
inflación y por una tasa de referencia promedio menor a los 2 dígitos: 9,09 por
ciento y 7,09 por ciento respectivamente. Si bien son períodos se contraponen
desde lo económico, ambas décadas coinciden en que el proceso inflacionario no
fue un problema.
Luego de la estabilidad observada en 2017, en pleno auge del modelo de
valorización financiera, con una estrategia de atraso cambiario para el ingreso
de capitales extranjeros vía endeudamiento privado e instrumentos en pesos con
alta rentabilidad, el modelo se tornó insostenible hacia abril de 2018 cuando
el mercado financiero cortó abruptamente el financiamiento. Los capitales
emprendieron su partida con la misma velocidad con la que habían ingresado
(diría Schvarzer) y, tras el acuerdo con el FMI, el ejecutivo decidió liberar
la tasa al juego de la oferta y la demanda, en un intento infructuoso por
contener la salida de capitales al exterior. La inflación comenzó a acelerarse
en la misma medida en que lo hacían el tipo de cambio y la tasa de política
monetaria, que alcanzó un pico del 86 por ciento el 10 de septiembre de
2019. Los manuales ortodoxos indican que dicha medida hubiera más que alcanzado
para contener los precios. No fue lo que se constató.
La presunción de que una suba en la tasa de interés se traduce en un
descenso de la inflación se basa en el supuesto de que la demanda es la
responsable de los aumentos de precios. Mal podría ser ese el motivo con niveles
subóptimos de consumo. Ha de ser una estrategia útil cuando la economía se
encuentra en niveles plenos de utilización de sus recursos, pero cuando está en
un subóptimo se encarece aún más el crédito, producir se vuelve más oneroso,
disminuye la oferta y se espiraliza la inflación.
Bajar la tasa de interés y dejar de ser el patio trasero de las finanzas
internacionales que consiguen rentabilidades extraordinarias debería ser
prioridad. Pese a los avances en los
últimos años, desarmar el modelo de valorización financiera del capital resulta
más complicado de lo que parece, pero la necesidad es acuciante. Una nueva
legislación que regule las entidades financieras y que permita direccionar los
fondos hacia un sistema económico productivo y socialmente inclusivo, sigue
siendo una cuenta pendiente.
Una economía con demanda agregada insatisfecha no puede volver a soportar
un proceso con tasas de interés reales positivas. La tasa de interés es el
precio del dinero y en Argentina el dinero es caro en extremo. La inflación
tiene múltiples causas, es cierto. Pero una de esas causas centrales es el
nivel de la tasa de interés, poco frecuente en el abordaje. Los controles de
precios pueden ser útiles y coyunturalmente necesarios, pero no resuelven la
inflación. El problema es principalmente macroeconómico.