viernes, 31 de enero de 2020

La utilización de las Políticas de Inclusión como Políticas de Contención Social durante el Macrismo



Si en algo se caracterizó el ‘nuevo’ neoliberalismo que gobernó Argentina entre 2015-2019 es en sus similitudes económicas con el viejo neoliberalismo; el que tomo el poder en 1976 y el que ganó democráticamente luego de un golpe de mercado en 1989.

El uso difundido de prácticas de la vieja política fue norma durante la gestión de Mauricio Macri: control del aparato judicial con persecución a opositores, dominio de los medios de comunicación encargados de campañas de prensa y Noticias Falsas, y cooptación de representaciones gremiales con represión obrera en caso de protesta.

Una vez abandonados los controles económicos oficiales, se dio paso a la desregulación para que los grupos empresarios amigos hicieran sus negocios como es usual bajo este régimen; Con Estado asegurando las divisas para que estas empresas pudieran dolarizar su excedente, con el Estado aumentando las tarifas de servicios públicos regulados pero concesionados, con el Estado reprimiendo salarios y manifestaciones, y a costa del Estado mediante licitaciones millonarias para el cartel de la obra pública.

La novedad del reciente experimento neoliberal radicó en la tergiversación de los derechos conquistados por la mayoría durante la posconvertibilidad: se cambió la lógica de las Políticas de Inclusión por Políticas de Contención. De esta manera se hizo un uso discrecional y clientelista de las herramientas estatales para incorporar a la ciudadanía en el sistema, con el eje en la pauperización de las políticas públicas.

Por un lado, se abandonaron programas como “Conectar Igualdad”, “Qunita” y “Argentina Sonríe”; mientras que otros fueron reemplazados, en el mejor de los casos, por versiones low cost: Plan Remediar por la “Cobertura Universal de Salud” (CUS), Argentina Trabaja y Ellas Hacen por el “Hacemos Futuro” (sin perspectiva de género) y el Plan de Inclusión Jubilatoria por las “PUAM”, que representaban un 80% del haber mínimo. Se fue liberando paulatinamente, el espacio que ocupaba el Estado para que se hiciera cargo el mercado, gestionando las necesidades sociales desde una lógica economicista.

Por otro lado, las herramientas de inclusión que no fueron eliminadas derivaron en meros instrumentos de contención:

·         La AUH se convirtió en la principal variable para evitar un estallido de los sectores populares, sin embargo, el rezago frente al proceso inflacionario, sumado a la falta de oportunidades laborales hizo menos probable el ascenso social[1][2]. Más grave aún, la principal política que alguna vez pretendió llevar algo de alivio a sus beneficiarios y beneficiarias, gradualmente fue perdiendo la capacidad de cubrir necesidades nutricionales básicas. Y al final del gobierno de Macri apenas el 10% de los pibes cubría plenamente la Canasta Básica Alimentaria:



Porcentaje de cobertura de la Canasta Básica Alimentaria con AUH proyectado a diciembre 2019

Fuente: CEPA en base a INDEC y ANSES

·         El programa de becas PROGRESAR, que servía para incorporar a la educación formal al grupo etario de 18 a 24 años, subvirtió su esencia inclusiva al establecer un corte preselectivo con carreras prioritarias y premio al mérito académico[3]. Sólo se convirtió en un estipendio pecuniario desactualizado respecto de la inflación, aislado de la línea de AUH y del que muchos quedaron fuera por sus nuevos requisitos.

Cantidad de jóvenes en el Plan Progresar. Período 2014 – 2019 (casos liquidados en promedio)


Poder adquisitivo de la transferencia de la Beca Progresar entre 2015 y 2019 por niveles.
Base Promedio 2015 = $100

Fuente: CEPA en base a ANSES, IPC CABA, IPC INDEC y REM BCRA

·         El programa Precios Cuidados, un acuerdo de precios de referencia con productos de primeras marcas, fue reemplazado por una canasta para pobres con segundas y terceras marcas[4]. Si bien el objetivo original del programa era desactivar la inercia inflacionaria, en última instancia servía para incluir en el consumo a los sectores más vulnerables, ya que, es ahí, donde la inflación tiene mayor impacto, por destinar gran parte de sus ingresos en alimentos.
Cantidad de primeras marcas por acuerdo


Ni siquiera fue una derecha que tendiera a la tan mentada eficiencia. La aporofobia se combinó con el odio por la equidad social y lejos de resolver el problema de la pobreza, lo profundizaron. El otorgamiento de créditos a tasa usuraria por medio de la ANSES, pareció intentar sumir a los sectores excluidos en una trampa de pobreza vitalicia, perversa y garantizada por el mismo Estado que otrora, los supo incluir socialmente, pero que ahora los incluía en la miseria.

En esta dirección se orientaron las primeras medidas del gobierno de Alberto Fernández. Se establecieron 2 aumentos de suma fija para las jubilaciones mínimas de $5000, equivalentes al 35% del haber y un pago de $2000 para beneficiarios de AUH.  Y además se redujeron las tasas de interés para los que habían tomado créditos[5]: del 42 al 31,5% para jubilados y del 48 al 36% para AUH, buscando reducir el impacto del desdoroso endeudamiento. A su vez, se retrotrajeron los precios de los medicamentos un 8%, se congelaron las cuotas de los créditos UVA y se congelaron las tarifas de servicios públicos por 6 meses, lo que beneficia a la población en su conjunto.

Con todo, se vuelve a poner el acento en los más postergados garantizando un piso de igualdad para que el crecimiento económico futuro no implique una polarización mayor en los ingresos entre los que más y menos tienen. Es un punto de arranque y la voluntad manifiesta de recuperar la esencia de las políticas inclusivas que fueron desvirtuadas durante los últimos 4 años.


miércoles, 1 de enero de 2020

Cristina en la realidad efectiva del trasvasamiento del poder



Muchas veces enunciado pero pocas veces materializado, el trasvasamiento generacional del que hablaba el general, permanece como quimera incólume en la política argentina. Mucho más el trasvasamiento de poder, eso sucedió una sola vez en toda la historia y por un hecho fortuito y singular: entre Cámpora y Perón volviendo del exilio.

El macrismo logró probar el fracaso (para el pueblo) del modelo neoliberal. Aunque aplicado en el 76 y en los 90, dichos procesos neoliberales tuvieron una característica particular en su implementación. Fueron puestos en marcha gracias a discontinuidades anómicas del sistema democrático, mediante doctrinas de shock que aglutinaron el consenso social y facilitaron su aplicación. En el caso de la dictadura: el rodrigazo del 75. Y en el caso del menemismo: la hiperinflación del 89/90. En 2015, la elección de un gobierno diametralmente opuesto al de Néstor y Cristina Kirchner en una continuidad democrática pacífica permitió escrutar de manera clara y sencilla, los distintos modelos de país estableciendo parangones irrefutables entre sí.

El gobierno plenipotenciario de Mauricio Macri emerge sobre la base de una horadación mediática sistemática durante las 3 gestiones anteriores, con un recrudecimiento exponencial que se manifestó en los últimos años de CFK. Ningún gobierno democrático tuvo tanto poder para ejercer las reformas que ejerció y lo perdió en tan corto plazo. La combinación entre la impunidad del dinero de la clase que tomó el gobierno y los grupos hegemónicos de poder estructural, que se encargaron incondicionalmente de otorgar legitimidad de ejercicio, fueron decisivos para el fracaso electoral de 2019.

La lectura política de Cristina Fernández sobre el estado de situación se vuelve más épica con el paso del tiempo. Supo interpretar como ningún otro dirigente el sentir popular, pero con los votos necesarios para trasvasar su Poder.

Lejos de perder protagonismo con esta acción, logró la aprobación de sectores enceguecidos de odio que no soportaban la soberbia en sus formas y criticaban su falta de humildad. Sin entender quizá, que, en medio de una guerra mediática y judicial, el poder sólo se conserva en la trinchera. Y encima haciendo duelo por los que se fueron.

Hoy con Alberto Fernández como presidente, resulta fácil mensurar el éxito del trasvasamiento de Poder del 16 de mayo de 2019, sin embargo, la historia estaría incompleta sin mencionar el fracaso del trasvasamiento de 2015. La insuficiencia de la fórmula Scioli - Zannini no logró imponerse en la segunda vuelta electoral y abrió paso a la gestión Macri - Michetti. Y si bien no hubo poder delegado, tampoco alcanzó la fórmula Cristina - Taiana para imponerse a la de Esteban Bullrich y Gladys Gonzáles, ambos electos como senadores.

La victoria electoral del 2019 no emerge como un cisne negro en la arena política argentina. Es el corolario de una construcción política permanente que no estuvo exenta de fracasos y derrotas. Es en consecuencia, la perfección sobre la marcha, la purificación evolutiva del quehacer político y el aprendizaje que da la lectura de los tiempos y el accionar pragmático.