Cuestiones del pasado que parecían estar
saldadas, vuelven a surgir, poniendo de manifiesto que la pretendida paz social
evocada por los poderes establecidos nunca fue tal, sino que escondieron bajo
la alfombra los conflictos de la tierra y los pueblos que desde el origen las
habitaron. Un perdón unilateral y por parte de los victimarios. Así de
descabellada es la historia que no se nos es enseñada en el colegio.
Nuestra democracia está plagada de deudas
sociales, pocas generan tanta inquina como la expoliación del territorio a
nuestros indios. Reabierto hoy el debate a raíz de la desaparición forzada de
Santiago Maldonado a manos de la Gendarmería Nacional, no cuesta darse cuenta
de que, para más de uno, la cuestión indígena sigue siendo tabú y despertando
odio, no sólo en la oligarquía terrateniente y protagonista directo del
genocidio sino de las clases medias y bajas que con la única tierra que
cuentan, es la de alguna maseta.
Otra vez la cuestión mediática vuelve a permear
transversalmente e influyendo sobre las decisiones electorales de la población.
Increíblemente, se vuelve a plantear al indio como una amenaza que se adjudica
linajes ancestrales para sacar ventaja del Estado. Son vagos, planeros y
especuladores que lo único que quieren es que les regalen tierra sin hacer
nada.
Obviamente la cuestión es mucho más profunda
que lo que se plantea en la Tele y se lee en Twitter. Argentina se mal formó
sobre las bases de una distribución del suelo profundamente inequitativa.
De Rosas a Roca, la tierra confluyó sobre
escasísimas manos que sacaron una tajada de su renta extraordinaria. Para tal
empresa, hubo de haberse exterminado previamente al indio impuro que la
habitaba.
Se escucha fuerte, y bien, el repudio a la
desaparición forzada de Santiago, pero nada se dice de la estigmatización que
se hace del indio y del tema subyacente: la tierra que ocupan. Otra vez como en
2008, la clase media Argentina vuelve a apoyar al “Campo” en la cruzada
mediática a pesar de estar auto infringiéndose, en definitiva, cierto perjuicio.
No son los intereses de las mayorías, nada tiene que ver el pueblo con los
grandes sojeros y ganaderos, que sin retenciones habrían de poner la producción
nacional a precio dólar.
Si bien puede que sea cierta la proclama de que
a todos nos corresponde una parte del suelo en el que nacimos, la única
realidad es que la tierra está concentrada. Ayer lo hicieron con fusiles
Remington. Hoy lo hacen con tanques mediáticos.