Charles Cunningham Boycott fue un administrador británico en Irlanda.
En 1880, Boycott fue contratado por el conde de Erne (Earl of Erne) como administrador de sus tierras en el Condado de Mayo, en la Isla Achill en Irlanda, y adquirió fama de explotar a sus subordinados. Por la forma en la que Boycott se desempeñaba, y por las extremadamente malas condiciones entre terratenientes y arrendatarios, los campesinos de Lough Mask se negaron a pagar la renta ya durante el primer año de Boycott en el cargo.
Su conducta frente a los granjeros finalmente condujo a que nadie quisiera trabajar para él, ni comprarle ni venderle nada. Por este motivo Boycott amenazó con medidas judiciales, y finalmente contrató en noviembre de 1880 a trabajadores protestantes del Condado de Ulster y puso la cosecha a resguardo con la colaboración de la Real Policía Irlandesa. Él mismo fue llevado por los militares a otro lugar. Como respuesta a estas acciones, todos los arrendatarios y trabajadores rurales rescindieron sus contratos. Una decisión de la Liga Agraria Irlandesa (Irish National Land League), fundada en 1879, les concedió oficialmente a los campesinos la posibilidad de evitar a Boycott y no llevar adelante ningún tipo de negocio con él. Incluso el ferrocarril se negó a transportar su ganado.
En noviembre de 1880 el periódico londinense The Times comenzó a utilizar el término “boicotear” (boycotting) para designar este tipo de resistencia.
La actitud cerrada e inflexible de la Liga Agraria Irlandesa obligó a Boycott a la emigración de Irlanda.
Fue la disconformidad ante una situación inequitativa, lo que motivó las protestas de los arrendatarios Ingleses del siglo XIX. Las barreras culturales o comunicativas no tuvieron un peso significativo para que los ciudadanos revirtieran la lógica del poder, otrora ejercido por la autoridad. Pudiendo así aunar fuerzas en contra del maltrato, asumiendo y ejerciendo la responsabilidad de saberse empoderados.
Hoy, la discusión no reside en los Contratos de Locación sino en el alza relativa de los precios en las góndolas. Desde el Gobierno se ha tratado de establecer acuerdos de precios que en mayor o menor medida han sido incumplidos. El primero, “Mirar para cuidar”, con Guillermo Moreno como secretario de comercio interior, no tuvo el mismo efecto social que su sucesor, el actual: “Precios Cuidados”.
Más allá del grado de acatamiento y eficacia, lo que ha logrado éste segundo acuerdo fue concientizar a una gran parte de la población aleccionando sobre cómo debe actuar ante los abusos en precios, que empresarios y supermercadistas pretenden cobrar.
Romper la estructura de poder entre vendedor y comprador, es siempre tarea del consumidor. Por más que el precio esté fijado, indudablemente por una unidad monopólica, la decisión, en última instancia, de efectuar o no la compra, recae sobre el Consumidor Final.
A pesar de los avances que hoy día existen en materia de comunicación, en la mayoría de los casos se siguen convalidando aumentos de precios. Quizá sea por desconocimiento, pero en parte se debe a que el enorme poder adquisitivo que ha logrado conseguir el pueblo, en tan corto período de tiempo (2003-2014), no lo hace tomar conciencia del cuidado que debe tener sobre el mismo.
El cambio cultural, es una de las tareas más arduas y prolongadas que hoy acaecen sobre el Estado. Modificar los hábitos de consumo de una población no es sencillo debido a la seducción que el capitalismo ejerce sobre el inconsciente y a la dependencia que generan ciertas marcas con sus clientes. Pero es cierto que el trabajo que el Estado viene realizando en materia de “Precios Cuidados” tiene un resultado positivo en la senda de rescindir determinados contratos sociales.